“YA VA HABLAR…” La clásica frase que esconde un mito cultural se convierte en una situación de riesgo: retrasos y trastornos del lenguaje que se demoran en su detección temprana.

“YA VA HABLAR…” La clásica frase que esconde un mito cultural se convierte en una situación de riesgo: retrasos y trastornos del lenguaje que se demoran en su detección temprana.

El lenguaje es la habilidad que permite la comunicación entre personas, impulsa el desarrollo del pensamiento e interviene en los procesos de regulación emocional y conductual.
En la construcción del lenguaje participan dos factores, uno neurobiológico y otro ambiental. El primero se relaciona con la interacción de un grupo de neuronas especializadas en el aprendizaje del lenguaje, y el segundo, con el estímulo de lo que lo rodea, siendo los padres los grandes estimuladores.
Al año, el niño se comunica señalando, con miradas, balbuceos y las primeras palabras. Alrededor de los 18 meses, aparecen más vocablos dentro de un lenguaje propio, al que llamamos jerga. A los 2 años, es esperable que cuente con un vocabulario de 50 palabras y comienza a emitir frases muy simples. A la edad de 3 años, puede armar oraciones con conectores y es capaz de mantener un diálogo sencillo con otra persona. A los 4 años es capaz de contar una historia corta y ya a los 5 años, debería manejarse con el lenguaje básico completamente adquirido.

El doble rol de los padres: facilitadores y saboteadores de la adquisición del lenguaje

La familia primaria muchas veces favorece el desarrollo de alteraciones en la adquisición del lenguaje, debido a la falta de diálogo intrafamiliar, de lectura y ofreciendo la exposición a las pantallas de teléfonos celulares, tablets y TV, entre otros. El uso de estos dispositivos móviles no está recomendado en niños menores de 2 años, y debe limitarse su uso como máximo a una hora, con supervisión y acompañamiento, en niños de entre 2 y 5 años, según la Organización Mundial de la Salud.
Otro factor importante es que los padres no le facilitan el uso de palabras que sirvan para comunicarse, pero sí estimulan la enseñanza repetitiva de números y colores cuando el niño aún no conoce palabras simples para interactuar. En ILES Argentina recomendamos que se le anticipe cada situación, con naturalidad pero dirigidamente al niño, es decir mirándolo a los ojos, contarle que lo van a bañar, qué cosas están preparando para bañarlo, cuando se lo baña nombrarle las distintas partes del cuerpo y así sucesivamente en todas las oportunidades que dan las rutinas diarias como lo son el aseo, la alimentación, el cambiado, el juego, etc., enseñarle a saludar, a pedir permiso, a decir gracias.

“Ya va a hablar” ¿Mito o realidad?

Es un error esperar. Aguardar la aparición y evolución espontánea del lenguaje puede privar al niño de una intervención acorde a sus necesidades en el momento óptimo para su evolución, aseguran especialistas de la Sociedad Argentina de Pediatría. En los últimos años se han incrementado significativamente las consultas por trastornos del lenguaje en niños.
La detección temprana de dificultades en el desarrollo del lenguaje posibilita una intervención terapéutica oportuna para evitar poner en riesgo el desarrollo cognitivo, psíquico y social del niño. Por lo tanto, si se espera a que el retraso del lenguaje se revierta solo, también se puede esperar un trastorno posterior en otras áreas del desarrollo.
Si bien todos los niños se desarrollan a su propio ritmo, cuando se detecta que no ha adquirido el habla esperable de acuerdo a su edad, se está frente a un problema que debe SIEMPRE ser evaluado y atendido. Se está frente a un problema del desarrollo que afecta aproximadamente al 10% de los niños en edad preescolar.
Se calcula que alrededor del 50% de los niños diagnosticados con TEL (Trastorno Específico del Lenguaje) , en la primera infancia muestran persistencia en el largo plazo. Estos niños en edad escolar suelen tener problemas de aprendizaje de la lectoescritura, secundarios al trastorno del lenguaje. A algunos se les hace difícil comprender la asociación entre letras y sonidos, con lo cual tardan mucho en aprender a leer. Otros suelen tener problemas para comprender lo que leen, y otros pueden presentar fallas en ambas habilidades.

¿Retraso del lenguaje o Trastorno específico del lenguaje (TEL)?

En las dificultades lingüísticas se describen dos tipos de cuadro: los retrasos del lenguaje y los trastornos del lenguaje. El primero, es transitorio y se caracteriza por la demora en la adquisición de hitos lingüísticos, siguiendo los pasos de la evolución normal. En cambio, el trastorno específico del lenguaje se caracteriza por la demora y la persistencia de las dificultades en etapas posteriores y con otros componentes más impactantes que quedan explícitos en una evaluación neurolingüística.
En ambos casos, se recomienda la intervención de un profesional fonoaudiólogo con orientación neurolingüística. Se debe realizar una evaluación diferencial interdisciplinaria para descartar otras patologías que podrían asociarse y determinar cuál es la verdadera situación del niño. Conociendo sus fortalezas, necesidades y crianza se diagramará un abordaje terapéutico certero y confiable.

La importancia de atender el problema a tiempo

El compromiso en el desarrollo del lenguaje impacta en el niño afectando a sus relaciones con el entorno, con el conocimiento y con el aprendizaje porque tiene dificultad para comunicar deseos, necesidades, afectos, planes, percepciones, conceptos, entre otras cosas. Desde lo perceptivo cognitivo, la mayoría de estos niños reconocen el mundo, pero no consiguen describirlo satisfactoriamente. Poco a poco, desarrollan mayor habilidad en la denominación del mundo en cuanto a sus nombres, sus cualidades, las acciones que sobre él pueden realizar y los modos en que pueden hacerlo; pero la combinación de esas palabras en frases de contenido que impliquen un mayor grado de abstracción se reduce.
Todas estas construcciones son base una de otra y se dan en un tiempo y espacio determinado. Al no atenderse en el tiempo oportuno, en algún momento logrará hablar, pero la calidad de su pensamiento lingüístico y de sus competencias en el lenguaje se verán deterioradas, no logrando el niño un desarrollo pleno y de su máximo potencial.

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