Lic. Griselda Geuze
Desde que una mujer se entera que está embarazada ya es Mamá aunque se suele escuchar la frase “voy a ser mama”, una expresión algo confusa ya que existen desde la gestación varios cambios: hormonales, en el cuerpo, en las prioridades y en los sentimientos y emociones de esa mujer. Todos estos cambios se van a dar dentro de un espacio que es la maternidad. Esta es la mágica envoltura entre una madre y su hijo, la maravillosa aventura llena de aprendizajes que hacen que surja el ser mamá.
“Cada embarazo es el comienzo de un cuento que tiene un principio , el día en que te enteras en que estas embarazada, pero no tiene fin, ya que lo que les das a tus hijos como madre se imprime en un patrón de crianza que lo repetirán de una u otra manera pasado el tiempo con sus hijos.” Por esto siempre digo que una madre es el motor nutricional en la historia de una familia.
En mi libro “Bebés estimulados, niños felices” hago especial hincapié en explicar la importancia de entender a la mujer en sus diferentes pilares: “La mujer está conformada por tres caras esenciales o primarias, que con el correr del tiempo y más aún en estos tiempos, constituyen un esquema para entender los enfrentamientos y las dualidades de sus sentimientos frente a su maternidad. Estas caras o facetas son los seres esenciales de toda mujer. Son tres seres primarios: su ser mujer, su ser profesional y su ser mamá. Es el equilibrio de sus tres seres lo que la hace una persona plena.”
El ser mujer esta relacionado con el contacto con ella misma, con su pareja, con sus amigos. Es la posibilidad de usar las sensibilidades femeninas, es vivir y cuidar su cuerpo, su espiritualidad, llenar sus espacios sociales y afectivos.
El ser profesional es el rol que cumple en la sociedad, su profesión, su oficio, su trabajo, su cargo, es su mente y su expresión para los otros que no son su familia o sus amigos. Es su capacidad generadora desde lo intelectual por lo que es reconocida como tal.
El ser mamá, que nace con la concepción y crece a medida que el hijo se desarrolla, alerta en los primeros años a sus otros dos seres. La mujer se pone más sensible y más distante sobre todo de su ser laboral y empieza a anidar y a darse cuenta de que está diferente. Generalmente el ser profesional y el ser mujer se sienten disminuidos por el ser mamá que se va imponiendo a medida que crece la panza. Este desequilibrio avasalla a la madre abrumándola con emociones y sentimientos encontrados.
Con el nacimiento de un hijo se vive una tormenta de cambios y toda la escala de valores cambia.
Algunas mujeres desean delegar todo lo antes posible para volver a pleno con su ser profesional y su ser mujer, y otras, por el contrario, encuentran en su hijo el gran objeto de satisfacción y deciden anidar sin intenciones de abrirse al mundo.
Tanto uno como otro extremo no son los aconsejables. En los dos hay que darse tiempo para vivir la plenitud del ser mamá y también el nacimiento del apego, que es el vínculo afectivo que nace entre ellos, esa relación única que crece entre un hijo y su madre.
El apego es la base de las posteriores relaciones que el niño irá teniendo con otras personas a lo largo de su vida. Si esta relación primaria entre madre e hijo es mínima, pobre y descuidada, traerá consecuencias en el desarrollo del pequeño. Asimismo, si es muy sobreprotectora e invasiva también traerá sus consecuencias negativas. No obstante, si el vínculo entre madre e hijo es positivo, cariñoso, estrecho, cuidadoso, respetuoso, y de calidad y cantidad, el niño establecerá relaciones emocionalmente óptimas con otras personas y su desarrollo se verá optimizado.
El apego es un proceso que cambia en el tiempo, se abre, evoluciona, permitiendo al pequeño una apertura en su desarrollo. No obstante, para que exista un correcto desapego debe existir un apego seguro, de mucha cercanía corporal, de aumento de sintonía entre esta díada que permita seguridad y protección y que poco a poco mamá recupere la estabilidad de sus otros dos seres y el hijo se abra a nuevos aprendizajes sociales, conductuales y de comunicación
Ser mamá es todo un aprendizaje que viene acompañado de una mochila llena de historias de la propia crianza de la madre, influenciado por la maternidad que se recibió.
El vínculo madre e hijo es único maravilloso y determinante. De ahí su importancia ya que impacta directamente en la calidad de vida del niño.